domingo, noviembre 23, 2008

Extracto

Ella lo abraza, dice, dios no nos perdona, somos nosotros los que damos el perdón, es lo único que nos hace humanos.
A lo lejos se sienten las sirenas de las patrullas.

sábado, noviembre 22, 2008

Extracto

"Por las noches no podía dormir, a su cabeza llegan imágenes inconexas, sin sentido, recuerdos fugaces, viejas conversaciones, y la hora estancada, el sonido del reloj de la cocina, un tic-tac que parece una condena del tiempo. A veces se preguntaba quién estaba a su lado y con miedo miraba a Marta dormir, su cuerpo tibio, más tibio que el suyo. Habían pasado varias semanas desde la última vez que contempló la desnudez del cuerpo de Marta en la oscuridad de la habitación, desde que tocó sus pequeños pechos, y desde que tuvieron sexo. Pero ahora, la conjugación de sus cuerpos, la desnudez de la carne de Marta le causaba repulsión, mirarla ahí durmiendo, inmaculada, como si fuese una virgen dispuesta al sacrificio, ser cristo.
La ciudad está desolada, tan sola como si fuese una isla en medio del océano, las calles vacías, las oscuridad cubre el firmamento, una brisa que trae hojas con forma de espiral, uno a uno los faroles se van encendiendo mientras camino, miro hacia atrás la realidad se va marchitando, desintegrándose como estatuas y se transforma en polvo del universo, del tiempo, de la infinitud. Al final del parque hay una catedral destruida por la guerra, atravieso lentamente el parque, los juegos infantiles se mueven, parecen que los niños estuvieran ahí, columpiándose, corriendo tras sus padres, pero no están, no los veo, no los escucho. Al llegar a la catedral las campanas resuenan, llamando a los feligreses a la misa, pero nadie las escucha, nadie asistirá a ella. Abro las puertas, veo al fondo una mesa y el esqueleto de cristo sentando con sus 12 discípulos. Cristo levanta el pan y luego lo reparte. Toma una copa, bebe de ella y la pasa a sus discípulos. En la pared está el cuerpo desnudo de Marta, ella mira a cristo mientras por su cuerpo se desliza la sangre. De pronto el suelo se abre, y veo el universo, breve como un instante, siento que mi sangre es la circulación de los planetas. Me veo en el centro del universo, siento que soy un dios. Luego veo la ciudad nuevamente, a Marta parada en el umbral de mi casa, de nuestra casa, tras ella veo dos niños, se miran entre ellos, ondulando sus cuerpos como si fueran serpientes, sus cuerpos se funden en uno solo, un gigante, más bien un cíclope, en sus manos hay un reloj de arena, el cielo se empieza a nublar, el sol se vuelve rojo. El cíclope dice algo en una lengua extraña, de pronto su ojo refleja el curso de mi vida como un film en blanco y negro, Marta camina hacia mí, me besa, y toca mi pecho, entierra su mano hasta mi corazón, grito desesperadamente, caigo al suelo a causa del dolor, siento que mi vida se vuelve frágil, me siento enfermo, no puedo respirar. Marta toma mi corazón con sus dos manos, lo mira, lo acaricia como si fuese una piedra preciosa, poco a poco se abre como si floreciera, y en su interior, está el cuerpo dormido de Daniela. Marta al ver a Daniela arroja su corazón, empieza gritar y a llorar, mientras su cuerpo comienza a incendiarse hasta volverse cenizas. El universo comienza a quebrarse, grito hasta que el universo queda reducido a polvo estelar.
Despierto sudado, veo el cuerpo de Marta a mi lado, me digo, todo fue un simple sueño, un simple sueño. "

lunes, noviembre 17, 2008

El barco fantasma

La noche y su mágica sensualidad
Trae a los marinos del barco fantasma
Al pueblo.

Una ilusión que se quiebra, las noches de tiernas sensaciones
Ya no existe, el barco fantasma
Es sólo una ilusión, una ilusión
Que no debe ser anhelada,
Porque es más una maldición la que nace
De ella que la bendición.

Y la sangre que se derrama convertida en lágrimas
Es mejor que desatar la amargura
De espinas en la putrefacción del corazón
De un marino del barco fantasma.

Y yo, soy uno más
De este barco fantasma:
Una mano que tiembla,
La mirada del recuerdo.

Y con la llegada del barco fantasma
Viene la podredumbre del alma,
Los cadáveres exquisitos


Este es la condena del barco fantasma:
Ser uno más de él.

viernes, noviembre 14, 2008

Los Perros Románticos

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el espacio de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
Y aquí me voy a quedar.

R. Bolaño.

miércoles, noviembre 12, 2008

Extracto

Cruzó el umbral de la casa con la mano izquierda en el cabello, tirándoselo como si fuera a arrancar alguno de ellos. Caminó hasta el comedor y lanzó su chaqueta a una silla. Marta que miraba desde lejos a Javier, con la misma cara de angustia, hacia que en su pecho afloraba la compasión por él. El mismo rostro, el mismo proceso, día tras días, verlo sentado mirando por la ventana hacia un pequeño patio, ver cada día como miraba el pequeño árbol que habían plantado ambos. Verlo allí fumando, cigarrillo tras cigarrillo. Ella se le acercó y puso sus manos en su hombro y dijo, no te preocupes, con esa voz calmada y que a la vez era una tormenta en la cabeza de Javier, una especie de confusión le producía escuchar aquellas palabras. Debo preocuparme. Hace seis meses que no consigo un trabajo, dijo Javier con la voz a punto de llorar por la desesperación. Hallaremos la forma de pagar las deudas amor, mientras acariciaba los hombros de Javier, en ese preciso momento la palabra amor le pareció repugnante.

Se levantó de la silla y pasó su manos por su cara, diciendo saldré a caminar un rato, necesito despejar un poco la mente, pero en su mente aún seguía dando vueltas la palabra amor. Se preguntó si alguna vez había sentido amor, si alguna vez había dicho que amaba, y finalmente pensó: nunca le he dicho amor a alguien. Caminó hasta una plaza y se sentó. Aún abrumado por la situación en la que estaba inmerso. Tomó otro cigarrillo y lo encendió cautelosamente con un fósforo. No quiso pensar. Se dedicó a ver a los niños jugar, pero se supo solo, con el cuerpo pesado y con dudas en su corazón. Fue entonces que vio a la hija de Claudia, vecina e íntima amiga de Marta, y supo que ya no quería a Marta, realmente nunca sintió algo por ella.

domingo, noviembre 02, 2008

30/10/2008

Sentir el ruido de la ciudad,
aislado, mirando volar las hojas
danzantes sobre los árboles,
que observan con sus ojos idos.

La tierra que se mueve en una sinfonia.
Las aves solitarias del cielo se cubren de espejos.

El bandoneón que resuena
en una esquina cualquiera,
como si fuese ésta la última
noche de música.

Las sombras de los callejones
iluminan sus caras con pequeñas fogatas.

La desolación de éste lugar,
es sentirse acompañado de extraños,
como un cuadro pintado con manos de madera.

"La ciudad es como un plano"
de calles vacias que mezclan
el sabor de la noche con el humo de historia de callejones.
Sombras que son personas, corren
entre los árboles, escondiéndose del viento.

Conocer al otro en un oscuro lugar,
conversar de todo y de nada.
Sentir el mundo detendo en un instante
cuando todos cantan a coro, es resistir al paso del tiempo
en un fragmento de papel.

Caminar por las calles vacías de sol,
sin destino, caminar para sentir el frío.
Saber que la luna no está,
y que no hay refugio en el corazón.

Los perros nocturnos son la única compañía
que nos queda en éste momento,
el ladrido nocturno, el terrible despertar en la noche,
desesperado por vivir.

No será ésta la última noche,
no quedarán sombras en esta ciudad,
sólo recuerdos. No habrá un Dios solitario
esperando una oración.
Sólo los recuerdos de caminar
junto a los perros nocturnos.