viernes, diciembre 14, 2007

El perseguido

I

La lluvia había dejado de caer, aún las calles estaban inundadas y otras aún podían ser caminadas. Yo seguí caminando por la calles que alguna vez dije que no pisaría. El café Tete sigue vacío, yo sigo esperando o por lo menos tengo la esperanza de que ella llegue o que Martínez y Maldonado vengan. Dejo el cigarrillo y el libro que leía. Siento que hay algo que me observa-es ella-, ya la había olvidado, sin embargo, nadie podía dejar de recordar su rostro ingenuo y diabólico.

Había dejado los estudios superiores cuando la conocí, Fernanda era tímida y simpática., poco a poco nos fuimos relacionando, creo que fue Diego Martínez quien me la presentó en una reunión con los otros del grupo (que ahora se han perdido). Luego de unas cuantas semanas salimos a recorrer la ciudad, yo siempre prefería el parque Bustamante, era agradable pasear por ahí. Fue en aquel parque donde nos acariciamos y nos besamos por primera vez.

II

No sé porque me alejé de ella; llegué al Café Tete, estuve escribiendo un poema, mientras pensaba en ella y dije “iré a su casa”. Una extraña locura invadió mi ser. Tomé la primera micro que pasó (sin idea a donde me llevaría). Vi como subía la gente con sus paraguas, otras mojadas, la imagen de una muchacha me la recordó, más bien creo que fue el perfume. No sé como llegué, sólo sé que estuve varias horas sentado frente a su casa, tenía miedo de tocar el timbre. Deseaba que ella saliera, que sintiera mi llamo mental. La noche llegó pronto y el frío igual, creo que el frío me obligó a tocar el timbre, era tarde y mi deseo la obligó a salir de la casa. Me vio y me besó. Me dijo que entrara, que caminara sin hacer ruidos. Llegamos a su habitación, me dijo al oído, duerme allí, mientras apuntaba a una cama vacía, y volvió a decir, iré a buscar unas frazadas. Los ojos se me cerraban lentamente, y vi su sombra frente a mí. Sentí rozar sus labios con los míos. Sus manos abrazaron mi cuerpo, ella llevaba un pijama o una polera larga. Pronto pude sentir sus pequeños pechos en mis manos, ella susurró a mi oído, ¿es tu primera vez? Asentí con la cabeza, creo que notó mi falta de experiencia.

Al otro día, cuando desperté en la cama, ella ya no estaba, sin embargo, aún podía percibir su sabor en mis labios. Alguien abrió la puerta y dijo, debes salir ahora mismo, sal por la ventana. Tomé mi ropa y salí por la ventana, camine hasta el final del patio donde salté el muro.

III

Aquella noche nos juntamos, Martínez, Maldonado y Julio Vallejos (fue la primera vez que lo vi), fuimos a un bar céntrico, en donde bebimos hasta altas horas de la noche, conversamos de la nueva trova, algunos escritores contemporáneos. En mi locura, decidí ir a su casa, realmente quería acostarme con ella. Salí del bar cuando la lluvia comenzó a caer, no sé que diablos habrán pensado Martínez y Maldonado cuando me vieron salir tan apresurado, sin decir una palabra. Cuando llegue a casa de Fernanda, toqué el timbre y nuevamente apareció ella. Me hizo pasar a la casa, apenas podía caminar-no sé como pude llegar-, recuerdo haber dicho que la amaba y que la deseaba. Desperté al otro día, Fernanda abrió la puerta y dijo, vamos a tomar desayuno. Llegamos a una mesa con 5 personas. Ella me presentó, dijeron, hola. Fernanda dijo, aquí vivimos 6 estudiantes, todos somos de regiones, a la doña María no le gustan que traigamos visitas por eso te pedí que salieras por la ventana. Conversamos toda la mañana, le conté sobre mis escritos, parecía interesada en ellos, ella dijo, quiero verlos. Saqué algunos poemas que tenía en la chaqueta. Elogió mis poemas. Antes de almorzar comenzó a hablar de su familia, de sus primos y tíos, de su pueblo. Ella preguntó, ¿y tus padres?, me hice el desentendido, y repitió la pregunta, un poco molesto respondí, no me gusta hablar de ellos. Fuimos a comer al Tete, allá estaba Martínez y Maldonado. Comimos algo simple pues no traíamos mucho dinero. Conversamos del tiempo, del existencialismo, Martínez habló de crear una revista para los nuevos poetas contemporáneos, me gustó la idea, soñé varios días con ello. Cuando terminamos de comer, fuimos con Fernanda a la Estación de Metro, desde allí ella iría a su Facultad, yo iría a mi departamento.

IV

Una mañana salí pensado en juntarme con Martínez, me llamó durante la noche, diciendo, que era necesario que habláramos. Nos juntamos en el Parque Bustamante para poder ir a un café a pie. Cuando llegué al Parque, Martínez que ya estaba allí, traía un archivador. Mientras caminábamos al Café Tete, dijo, aquí traigo todos los poemas que he reunido de los poetas jóvenes de Santiago, quiero que estés en la revista. Le dije, tendremos que ir a mi departamento, allá tengo mis poemas. Caminamos hasta mi departamento en Bilbao. Era un departamento bastante pequeño, pero era lo necesario para mí, y además era lo único que podía pagar con el dinero de mis padres. Cuando le pasé mis poemas a Martínez dijo, me iré ésta tarde a Concepción a reunir más poemas. Tomamos un café conversamos un poco, el pregunto sobre Fernanda, le dije que no había visto hace varios días. Él dijo, me debo ir al terminal, que te vaya bien con Fernanda. Creo que esa fue la última vez que vi a Martínez en Santiago.

V

Durante todo el tiempo que Martínez estuvo en Concepción, la relación con Fernanda se fue deteriorando cada vez más, nuestras reuniones se convertían en discusiones, poco a poco la fui odiando y amando.

Un día estábamos conversando en el Tete, ella se levantó molesta, y me abofeteó, dijo, no te quiero ver más y salió corriendo a la calle. Corrí tras ella, pero había tomado un taxi. El cielo se nubló y comenzó a llover. Camine bajo la lluvia hasta mi departamento.

Preparé un café y miré por la ventana, me dije, ya no soporto esto, debo conversar con ella mientras le daba un sorbo al café. Esa noche no pude dormir, estuve pensando en su cuerpo desnudo, tibio y delgado. Cuando amaneció, salí a caminar por las calles de Santiago, necesitaba poner en orden mis pensamientos, ella, Martínez en Concepción, mis padres, todo era un torbellino de palabras y recuerdos…un mar de confusiones. Caminaba por San Antonio cuando pensé que acabaría con Fernanda.

VI

Durante algunos días, la llamé, uno de los inquilinos contestaba el teléfono y decía, ya se fue a la facultad, u otras veces, ella no está, salió. Con tales respuestas me enfurecí y fui hasta la casa donde arrendaba. Cuando llegué, tardé en tocar el timbre, esperé sentado en la calle alrededor de 2 horas. Me armé de valor, toque, y vi que ella abrió. No sé si de su rostro cayó una lágrima al verme o si fue después de que le dije, esta es la última vez que te veré y tú a mí. Con esas últimas palabras me despedí de ella y disparé 3 veces. Su cuerpo cayó y su sangre corrió hasta mis botas y subió por mis pies hasta mi pecho y se interno en mi pecho hasta el corazón. Casi perdí el conocimiento, pero escuche que alguien estaba gritando ¡FERNANDA! Y entonces comencé a correr por donde llegué.

VII

Tomé el primer bus a Concepción, buscaría allá a Martínez. En el Tete me encontré a Maldonado, el me dio la dirección en donde Martínez estaría durmiendo por lo menos. Me preguntó por qué estaba tan apurado en irme, le dije, que ya no quería estar en Santiago y que deseaba ayudar a Martínez en la revista. La camarera del Tete se acercó a preguntar si queríamos un café o un jugo, le dije que tomaríamos dos café. Cuando se fue, apareció Fernanda en el lugar donde estaba Maldonado, tal como estaba vestida el día que la asesiné. Me dijo, ¿por qué lo hiciste? No veías que yo te amaba. Le dije que no podía seguir viéndola, que me hacía daño verla y que discutiéramos cada día, cada noche, cada vez que hacíamos el amor. Ella se calló, creo que me comprendió y empezó a llorar. Yo me paré y me fui, no pude seguir viendo su rostro, la camarera trató de decirme algo, no la escuché, Maldonado quedó allí sentado, donde estaba Fernanda.

VIII

Busqué a Martínez en la dirección que me había dado Maldonado, pero ya no vivía allí. Decidí buscarlo por las plazas, o en algún bar barato, seguramente ya no tenía dinero y no consiguió trabajo. Me alojé en una habitación cerca del Terminal. Estuve casi una semana buscándolo por la ciudad. Entré en un bar cerca de la medianoche, pedí una cerveza. Estaba bebiendo cuando, Fernanda se me acercó y me dijo, por qué no lo buscas en la universidad de Concepción, le dije, que ya había ido y no lo había encontrado. Cuando terminé la cerveza, ella ya no estaba. Ésa misma noche camine hasta la universidad de Concepción. Encendí un cigarrillo y alguien me grito. Al voltearme vi a Martínez, estaba sin afeitar y sucio. Conversamos y me pidió un cigarrillo. Le conté que había terminado con Fernanda, y que había llegado hace casi una semana a Concepción. Él me contó sobre los poemas que había reunido y la gente que había conocido. Lo invité a dormir a mi pieza, y me dijo gracias, que llevaba dos semanas durmiendo en la universidad. Durante el resto de la noche, no dejó de hablar del futuro y la trascendencia que tendría ésta revista en la literatura Chilena, comenzó a nombrar poetas y poetizas.

IX

Había dejado de pensar en Fernanda, me distraía con los viajes que hacíamos con Martínez. Estuvimos en Los Ángeles con unos poetas y bebimos hasta el ocaso del día, otro día en Chillan, Cabrero, Laja y otros pueblos que ya he olvidado. Ya teníamos más de mil poemas y cerca de 200 poetas, o mejor dicho, cerca de 200 jóvenes que deseaban ser poetas entre Santiago, y Concepción. Un día mientras arreglábamos nuestro equipaje para volver a Santiago, y tal vez ir luego a Coquimbo y Serena, luego Iquique, llegó Fernanda, tenía en sus manos la carpeta de Martínez y comenzó a hablarme, no le presté atención, ella siguió insistiendo y puso su mano sobre mi hombro, le dije que se fuera, que ya no deseaba nada de ella, pero siguió, me enojé, le grité y la empujé hacía la cama. Le dije, no me obligues a hacerlo de nuevo, comencé a llorar y saque el mismo revólver, y disparé. Tomé la carpeta y salí a tomar el bus. Ésa día fue el último día que vi a Martínez.

X

A la semana de la muerte de Martínez me encontré con Gaspar, él estaba en el Tete, fumando y leyendo “las armas secretas” de Julio Cortázar, me dijo, que aún la seguía viendo, le pregunté algo extrañado, ¿a quién sigues viendo? Me dijo que a Fernanda, su respuesta me dejó atónito, yo sólo sabía que Fernanda había sido asesinada frente a la casa donde estaba arrendando, pero nadie vio al asesino. Me confesó que él le había disparado a quemarropa y había huido. No sé si fue rabia o pena lo que sentí por Gaspar, le dije que ése día el estaba viajando a Concepción cuando Fernanda murió. Me dijo que la había vuelto a matar, cuando estaba en Concepción, ella había robado las carpetas de Martínez. Le dije, Martínez fue asesinado. Al escuchar eso, gritó, ¡vete, déjame en paz, caminó hacia a la camarera, la agarró y la empujó, corrió.

A los días después, nos volvimos a encontrar en el Tete, seguía en la misma mesa. Lo saludé y me dijo, que había estado con Martínez. Martínez le había dicho que llevará los poemas a una editorial. Me ofrecí a llevarlo a una editorial, Gaspar me lo agradeció. Era tarde, le dije si quería que lo llevara a su casa, me dijo que no, prefería caminar. Me despedí, esa fue la última vez que lo vi en el Tete.

XI

El lunes fue la última vez que hablé con Martínez, me dijo que le había robado la carpeta con los poemas, yo le dije, que no se preocupara, que yo las había recuperado. Nos juntaríamos en el Tete a conversar sobre la editorial, y le dije que Maldonado, nos ayudaría también. Cuando vi llegar a Martínez al Tete me alegré, y lo abracé, estuvimos conversando toda esa tarde, tomamos café y fumamos. La tarde estaba llegando a su fin cuando Fernanda apareció. Me asusté al verla, pero desapareció. Seguí conversando algo nervioso con Martínez, y ella dijo, no recuerdas las tardes que pasábamos aquí con tus amigos, se sentó frente a Martínez, escuchaba su voz, me molestaban sus palabras, su rostro. Le dije, iré a mojarme la cara. Martínez se quedó allí sentado fumando. En el baño, me observé en el espejo, mientras algunas gotas de aguas caían de mi pelo. Atrás apareció, diciendo, me gusta más el baño de tu departamento. Escapé del baño y ella venía hacia mí, saque el revolver de mi chaqueta, y disparé, una, dos, tres veces, Fernanda yacía en el suelo, pero ya no estaba Martínez sino Maldonado, y el cuerpo de Fernanda tampoco estaba, sino que era la camarera sangrando.

XII

La mañana que desperté, estaba en un hospital, podía escuchar a los médicos diciendo que había tenido suerte que la bala, no había tocado ningún órgano vital. Esos días me los pasaba drogado. Me visitaban mis familiares constantemente, pero ninguno comentaba nada. El día en que me visitó Vallejos, le pregunté que había pasado. El comenzó a contar, que el día en que nos juntaríamos en el Tete, un loco estuvo allí toda la tarde, conversando con una taza de café. De repente empezó a gritar, y se fue al baño, la camarera lo fue a ver, y salió el loco. Le disparo dos veces mientras gritaba, Vallejos, siguió contando mientras iba a buscar un café, que al entrar al Tete una bala le penetro el abdomen y que había caído. Le pregunté por el loco, Vallejos dijo, que cuando vio los cuerpos, tomó la pistola y se mató. Cuando Vallejos se iba, dijo, oye, aquí está tu carpeta, estuve ojeándola y hay muy buenos poemas. Cuando miré la carpeta recordé a Martínez y Gaspar.



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sábado, diciembre 08, 2007

La noche de los perros obscenos

La noche de los perros

No me creerán las cosas que les diré, pues dicen que estoy realmente loco, pero loco de qué me pregunto cada mañana, pero la verdad es que ahora comienzo a contarles lo que ocurrió con todos aquellos, que alguna vez fueron artistas de una generación olvidada.

Siempre me sentaba allí esperado que alguna de esas sombras que pasaban por aquel parque se detuviera y me hablara, pero que estupidez me decía Gustavo cada vez que me encontraba allí fumando o bebiendo algo. Que personajes vi allí, pero yo esperaba que pasara aquella sombra que una vez me llevó a la casa de los perros nocturnos.

I


LA LLUVIA caía intensamente como pequeñas piedras, habíamos salido a juntarnos con los poetas que nos creíamos ser o por lo menos tratábamos de serlo. Nos convocamos como siempre en la casa de Gustavo, la cual era amplia y perfecta para nuestras tertulias, que a veces se basan en hablar de mujeres y algunos poemas y más de alguna vez en beber y fumar. Y es cuando empiezas con la duda, vale pena seguir con ellos o es mejor dejar la poesía a un lado y darle más tiempo al trabajo o quizás al estudio, pero todas las dudas desaparecen cuando estás allí conversando sobre algún poeta desconocido o recitando alguno de tus escritos. Así fue como pasamos muchas semanas y meses en casa de Gustavo, hasta la noche en que aparece uno de los más jóvenes del grupo acompañado de una niña, o más bien una joven, la cual nos deja atónitos a todos, nunca había estado una mujer. Aquella mujer de pelo castaño ondulado, delgada y risueña, era Catalina. Sí, Catalina sabía donde estaba, era más diestra con la poesía que nosotros, parecía que ella venía a sustituir el lugar de Gustavo, razón por la cual comenzó a ser despreciada por éste, además de su homosexualidad. Que hacía tan especial a Catalina, no lo sé.


II


DE VEZ EN CUANDO solía pasear por lo bares en busca de un nuevo compañero con quien hablar, pero sólo encontraba ebrios, pero que importaba yo también lo estaba. Más de alguna vez me encontré con Gustavo y su pareja en los bares céntricos, allí comenzábamos a hablar d algunos poetas muertos, claro, la pareja de Gustavo se ponía algo nervioso, parecía que recién estaba ingresando al mundo homosexual o que yo era una potencial pareja de Gustavo, no lo sé, pero esa misma noche veo a Catalina en un plaza, cercana a Brasil, la veo allí callada y con la mirada perdida en algunos perros que están jugando, su mirada perdida, la mirada que busca la belleza en las cosas más simples, pero ella estaba feliz a momentos viendo como esos perros se muerden como se miran como corren, no quise molestarla con mis palabras de ebrio y de entrometido, y seguí mi camino, pero a las pocas cuadras pude sentir pasos que me seguían de cerca era una sombra que se ocultaba tras los árboles tras los pilares y las entradas de las casas, el miedo que me rodeaba caminar por esas calles ahora era más intenso se volvía una potente máquina que hacía bombear mis sienes de manera que mis pensamientos se volvían caóticos. Al llegar al departamento me creí a salvo, pero la curiosidad del perseguido es mirar por la ventana, y al ver por la ventana la sombra seguía allí mirándome, nuestras miradas se cruzaron y un grupo de perros llegó al edificio, un grupo que salió de las sombras de los árboles. Esa noche no pude dormir por el terror que la sombra siguiese allí.

III

LA MAÑANA que llegué a la casa e Gustavo a contarle lo sucedido hace un par de noches atrás, se rió de mí ignorancia, como puedes reírte de eso, le dije, pero hombre como te va a estar siguiendo una sombra con perros, es absurdo y si fuese verdad, lo único que te perseguiría es tu conciencia de haber bebido toda la noche y de molestar a Francisco, Gustavo de verdad estaba allí lo vi, me seguía, sentía como los perros ladraban, pero como es posible eso hombre nadie sigue a las personas a menos que sea para asaltarlos o algo por el estilo, de verdad esa noche estabas demasiado ebrio, no recuerdas todas las estupideces que le dijiste al pobre de Francisco, desde esa noche que ya no quiere hablar conmigo, esa no te la perdono, sentía que mis palabras eran como hojas que se las llevaba el viento, yo sabía que los perros y las sombras estaban allí, pero Gustavo no creía nada, como comprobar que todo aquello era real.

El jueves caminando por Bellavista, sentí la sombra que estaba allá, en el Bar King, mirándome, podía recordar que esa era la misma mirada intensa que se cruzó aquella noche, estaba cerca podía sentir el sabor oscuro en mi garganta, quemándome, excitándome, vi como se acercaba a mí, no pude moverme, su mirada había paralizado todo mi cuerpo. Poco a poco la sombra fue aclarando su piel hasta convertirse o transformarse en Catalina, que dijo, hola ¿cómo estás?, mi mente que seguía mezclando la imagen obscena que tenía la sombra se embellecía con la luz de la luna o de los faroles de la noche, convirtiendo lo grotesco en lo bello, mi mente no podía dar con esa idea de transformación. Respondí titubeando un “bien ¿y tú?”, se rió, oye nos hemos visto antes no soy un fantasma que te encuentras en una esquina, dijo cariñosamente, ¿por qué no vienes a sentarte con nosotros?, está Gustavo y Matías, gracias, respondí, al llegar a la mesa, Gustavo me preguntó, ¿cómo están las sombras?, me sonrojé, pensé que no diría jamás eso, pensé que nunca se burlara de mis problemas, aún piensas que te están siguiendo, dijo mientras se reía con Matías. Tienes razón esa noche estaba muy ebrio, debe ser alguna alucinación que te dio después de fumar, me senté al lado de Catalina, que estaba bebiendo una cerveza, y fumando, podía oir que su respiración se hacía cada vez más fuerte, cada vez más notoria como si estuviéramos los dos en la misma cama, disfrutando del mismo sexo, bueno muchachos, nosotros nos vamos, tenemos que ir, dijo Gustavo, que se paró súbitamente y se fue seguido de Matías, no tenía idea que Gustavo era homosexual, me reí, desde que lo conozco es así, pero es buena persona, la noche se extendió como una mancha, mientras conversábamos de la vida y otros temas, escuché ladrar a un perro, me asuste, ¿qué te pasa?, pregunto Catalina, no, nada, sabes me siento algo incomodo aquí, podemos a ir mi departamento a beber algo, no está muy lejos de aquí, no hay problema, vamos respondió.

IV

Esa noche fue la vez en que ella me guió a la casa de los perros nocturnos, cruzamos por algunos pasajes oscuros, pude sentir que sombras se nos acercaban hasta que llegamos a una vieja casa, allí, al entrar, todos mis miedos se hicieron reales, las extrañas sombras que me seguían estaban allí mirándome, y veo y puedo sentir como se enredan en mis pies como me cubren con su manto oscuro, con su obscenidad, con su falta de vida y mi cuerpo se paraliza, se queda quieto porque al ver esas sombras que disfrutaban con mi esfuerzo por quitarme de encima a todas esas sombras que van desgarrando la ropa, pero tú, me mirabas y disfrutabas al igual que los hombres y mujeres que estaban en el segundo piso viendo como me trataba de proteger mi sexo, quise correr, era tarde, ya mi cuerpo estaba totalmente cubierto de sombras y el aullido de los perros que se paseaban por la casa hasta que se convierten en hombres y mujeres, que se ríen y que aúllan, y no me dices nada, sólo me miras disfrutas con mi dolor, sabías que esto ocurriría y tu mirada se vuelve más oscura y más escalofriante y sus pensamientos y el de los que me miran se introducen en mí, y siento que una nueva vida se apoderó de todo mi ser, y me levanto como si todo ya hubiera pasado y tomas mi mano y me conduces hasta una habitación en el segundo piso y todo es luz y sombras no hay nada, no hay muebles es un vacío en una habitación donde la ventana no permite el ingreso de la luz lunar, te desnudas y tomas mi sexo y juegas con el, como si fuera tan natural aquella actividad y te vuelves a mirar mi cara que ya no es mi cara sino la de otro, un ser que está en el éxtasis y tus manos persiguen mis muslos, tu mirada turbia choca en mis ojos y te lanzas hacia mi cara, puedo sentir que tus pechos tocan mi sexo y que lentamente me acaricias y me lames, y juegas y persigues algo que no existe, mi cuerpo desnudo se vuelve hacia ti, te empujo, uso mi furia para tomarte por los brazos y poseerte acaricio tus pechos pequeños y te penetro con rabia como si tu fueras la culpable de que mi cuerpo se volviera una sombra, pero eras la culpable, eres tú quien me trajo aquí, no quiero mirar hacia arriba porque sé que ellos nos están mirando están disfrutando de nuestro placer, y sé que si lo miro ellos volverán a poseerme y me harán uno de ellos para siempre, pero sentir tu piel, ése olor que se impregna en la habitación que se confunde con el ladrido de un perro en la calle. Con el eco que se podía percibir, me despertó, la luz del día no entraba pero era día o noche, no importaba, en la casa de los perros nocturnos es siempre oscuridad y cuando ya no hay sombras que miren veo que mi ropa está allá y que Catalina está mirándome disfrutando de mi inocencia pervertida. Una risa macabra se escucha a los lejos, el rostro de Catalina se oscurece y las tinieblas envuelven mis ojos.


V


Cuando desperté ya no había nadie en la casa cogí mi ropa y salí a un pasillo oscuro donde una luz, allá en el fondo me llamaba y las sombras que caminaban por las paredes, observando cada paso que daba, sí, el pasillo era largo, infinito, a veces el sonido de las patas de un perro que me seguía lentamente, entré por una puerta que me llevo a una escalera subterránea que me condujo a otros pasillos llenos de bifurcaciones y vi cadáveres de hombres y perros que desgarraban su piel, mordiendo con aquellos dientes afilados como dagas árabes, sus miradas se cruzaron con las mías y con el miedo que sentía con aquellos, corrí, corrí y corrí por pasadizos cada vez más estrechos más pequeños hasta, mientras sentía las pisadas de aquellos perros sedientos de mi sangre, de mi carne y salí por una puerta, y allí estaba Catalina, sentada en la una cómoda cama mientras fumaba un cigarrillo, te estuve esperando, dijo, ¿qué?, pregunté, te he estado esperando, hace como media hora que entraste al baño, no respondías, me asusté un poco, ¿por qué estás tan pálido?, pregunto, no, no pasa nada, la noche seguía ahí, la luna estaba alumbrando el rostro de Catalina, que adorable piel, no podía aguantar las ganas que tenía de estar con ella, revolviéndome en las mismas sábanas, ¿quieres una copa de vino? Por supuesto respondió, fui a la despensa y saqué las copas y el vino, mientras caminaba a la cama, pensaba que había pasado con las sombras, habría sido imaginación mía, había sido una invención, el alcohol me estaba dañando las neuronas, no podía responder a lo que había pasado, ¡que buen vino!, que bueno que te haya gustado, mientras te acercas a ella, los perros nocturnos aúllan y gimen igual como las haces gemir mientras la penetras, no dejas de pensar como te guié a la casa de los perros, no dejas de pensar como desgarraban la piel de esos cuerpos inertes, sucios, y cuando juegas con mis pechos, más cercano estás de introducirte en la vida, convertirte en una sombra, ser como yo, ser como ellos que disfrutan viendo como los perros se mezclan, se montan, se muerden, y tu me muerdes como ellos, poco a poco estás cercano, te acercas y te corres en mí, lo disfruto, disfruto tu semen en mi cuerpo y en mis pechos, caes, como caíste en la casa de los perros, ahora eres uno más, sí, me he apoderado de ti y de tu virilidad y necesitaras ver como aquellos, otros como tú, entren a la casa de los perros y sean violados.

VI


Ahora veo como ella juega con el pene de otro, lo disfruta, yo me escondo al igual que otros obscenos que están acá, a mi lado, disfrutando de como se lo chupas, de como lo violas, mientras él piensa que es quien lleva el juego, no eres tú, lo sabes, hiciste lo mismo que yo.

El fuego que se mezcla con los sonidos

El movimiento de las piernas que son patas

De aquellos perros, que son tan obscenos

Que disfrutan de las miradas de otros

Que están posesos

Y son sombras que se mezclan

Entre ladridos y aullidos desconsolados

Y caerán como otros, como yo

Y volverán en tu búsqueda

La búsqueda de su ser

OH sí, yo también busco

Aquellos ojos oscuros que son llamas

A la luz de la luna, que invocan a los placeres ocultos.

Eres diosa de todos nosotros, nuevas sombras

Y siento como tu piel se mezcla con la mía

Y puedo sentir el gemido de placer en mi oído

Y veo aquellas sombras que están ahí, nos miran

Y nosotros disfrutamos de su mirada

Robaste todo mi placer, para darles a ellos

A aquellos seres oscuros, a aquellos perros

Que se revuelcan en ésta casa arruinada

Y nos sabes que yo también miro

Que disfruto, con cada gesto que haces

Cuando gimes, cuando gritas del placer

Cuando se corren en tu cabello, en tu cara.

Sí disfruto cuando no me ves, cuando no me sientes

Cuando sepas que soy una sombra más

Un ente de ésta casa, seremos los únicos

Que disfrutaran de las miradas

Del sexo que tenemos,

Seremos los únicos perros que se revolcaran.



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