sábado, diciembre 08, 2007

La noche de los perros obscenos

La noche de los perros

No me creerán las cosas que les diré, pues dicen que estoy realmente loco, pero loco de qué me pregunto cada mañana, pero la verdad es que ahora comienzo a contarles lo que ocurrió con todos aquellos, que alguna vez fueron artistas de una generación olvidada.

Siempre me sentaba allí esperado que alguna de esas sombras que pasaban por aquel parque se detuviera y me hablara, pero que estupidez me decía Gustavo cada vez que me encontraba allí fumando o bebiendo algo. Que personajes vi allí, pero yo esperaba que pasara aquella sombra que una vez me llevó a la casa de los perros nocturnos.

I


LA LLUVIA caía intensamente como pequeñas piedras, habíamos salido a juntarnos con los poetas que nos creíamos ser o por lo menos tratábamos de serlo. Nos convocamos como siempre en la casa de Gustavo, la cual era amplia y perfecta para nuestras tertulias, que a veces se basan en hablar de mujeres y algunos poemas y más de alguna vez en beber y fumar. Y es cuando empiezas con la duda, vale pena seguir con ellos o es mejor dejar la poesía a un lado y darle más tiempo al trabajo o quizás al estudio, pero todas las dudas desaparecen cuando estás allí conversando sobre algún poeta desconocido o recitando alguno de tus escritos. Así fue como pasamos muchas semanas y meses en casa de Gustavo, hasta la noche en que aparece uno de los más jóvenes del grupo acompañado de una niña, o más bien una joven, la cual nos deja atónitos a todos, nunca había estado una mujer. Aquella mujer de pelo castaño ondulado, delgada y risueña, era Catalina. Sí, Catalina sabía donde estaba, era más diestra con la poesía que nosotros, parecía que ella venía a sustituir el lugar de Gustavo, razón por la cual comenzó a ser despreciada por éste, además de su homosexualidad. Que hacía tan especial a Catalina, no lo sé.


II


DE VEZ EN CUANDO solía pasear por lo bares en busca de un nuevo compañero con quien hablar, pero sólo encontraba ebrios, pero que importaba yo también lo estaba. Más de alguna vez me encontré con Gustavo y su pareja en los bares céntricos, allí comenzábamos a hablar d algunos poetas muertos, claro, la pareja de Gustavo se ponía algo nervioso, parecía que recién estaba ingresando al mundo homosexual o que yo era una potencial pareja de Gustavo, no lo sé, pero esa misma noche veo a Catalina en un plaza, cercana a Brasil, la veo allí callada y con la mirada perdida en algunos perros que están jugando, su mirada perdida, la mirada que busca la belleza en las cosas más simples, pero ella estaba feliz a momentos viendo como esos perros se muerden como se miran como corren, no quise molestarla con mis palabras de ebrio y de entrometido, y seguí mi camino, pero a las pocas cuadras pude sentir pasos que me seguían de cerca era una sombra que se ocultaba tras los árboles tras los pilares y las entradas de las casas, el miedo que me rodeaba caminar por esas calles ahora era más intenso se volvía una potente máquina que hacía bombear mis sienes de manera que mis pensamientos se volvían caóticos. Al llegar al departamento me creí a salvo, pero la curiosidad del perseguido es mirar por la ventana, y al ver por la ventana la sombra seguía allí mirándome, nuestras miradas se cruzaron y un grupo de perros llegó al edificio, un grupo que salió de las sombras de los árboles. Esa noche no pude dormir por el terror que la sombra siguiese allí.

III

LA MAÑANA que llegué a la casa e Gustavo a contarle lo sucedido hace un par de noches atrás, se rió de mí ignorancia, como puedes reírte de eso, le dije, pero hombre como te va a estar siguiendo una sombra con perros, es absurdo y si fuese verdad, lo único que te perseguiría es tu conciencia de haber bebido toda la noche y de molestar a Francisco, Gustavo de verdad estaba allí lo vi, me seguía, sentía como los perros ladraban, pero como es posible eso hombre nadie sigue a las personas a menos que sea para asaltarlos o algo por el estilo, de verdad esa noche estabas demasiado ebrio, no recuerdas todas las estupideces que le dijiste al pobre de Francisco, desde esa noche que ya no quiere hablar conmigo, esa no te la perdono, sentía que mis palabras eran como hojas que se las llevaba el viento, yo sabía que los perros y las sombras estaban allí, pero Gustavo no creía nada, como comprobar que todo aquello era real.

El jueves caminando por Bellavista, sentí la sombra que estaba allá, en el Bar King, mirándome, podía recordar que esa era la misma mirada intensa que se cruzó aquella noche, estaba cerca podía sentir el sabor oscuro en mi garganta, quemándome, excitándome, vi como se acercaba a mí, no pude moverme, su mirada había paralizado todo mi cuerpo. Poco a poco la sombra fue aclarando su piel hasta convertirse o transformarse en Catalina, que dijo, hola ¿cómo estás?, mi mente que seguía mezclando la imagen obscena que tenía la sombra se embellecía con la luz de la luna o de los faroles de la noche, convirtiendo lo grotesco en lo bello, mi mente no podía dar con esa idea de transformación. Respondí titubeando un “bien ¿y tú?”, se rió, oye nos hemos visto antes no soy un fantasma que te encuentras en una esquina, dijo cariñosamente, ¿por qué no vienes a sentarte con nosotros?, está Gustavo y Matías, gracias, respondí, al llegar a la mesa, Gustavo me preguntó, ¿cómo están las sombras?, me sonrojé, pensé que no diría jamás eso, pensé que nunca se burlara de mis problemas, aún piensas que te están siguiendo, dijo mientras se reía con Matías. Tienes razón esa noche estaba muy ebrio, debe ser alguna alucinación que te dio después de fumar, me senté al lado de Catalina, que estaba bebiendo una cerveza, y fumando, podía oir que su respiración se hacía cada vez más fuerte, cada vez más notoria como si estuviéramos los dos en la misma cama, disfrutando del mismo sexo, bueno muchachos, nosotros nos vamos, tenemos que ir, dijo Gustavo, que se paró súbitamente y se fue seguido de Matías, no tenía idea que Gustavo era homosexual, me reí, desde que lo conozco es así, pero es buena persona, la noche se extendió como una mancha, mientras conversábamos de la vida y otros temas, escuché ladrar a un perro, me asuste, ¿qué te pasa?, pregunto Catalina, no, nada, sabes me siento algo incomodo aquí, podemos a ir mi departamento a beber algo, no está muy lejos de aquí, no hay problema, vamos respondió.

IV

Esa noche fue la vez en que ella me guió a la casa de los perros nocturnos, cruzamos por algunos pasajes oscuros, pude sentir que sombras se nos acercaban hasta que llegamos a una vieja casa, allí, al entrar, todos mis miedos se hicieron reales, las extrañas sombras que me seguían estaban allí mirándome, y veo y puedo sentir como se enredan en mis pies como me cubren con su manto oscuro, con su obscenidad, con su falta de vida y mi cuerpo se paraliza, se queda quieto porque al ver esas sombras que disfrutaban con mi esfuerzo por quitarme de encima a todas esas sombras que van desgarrando la ropa, pero tú, me mirabas y disfrutabas al igual que los hombres y mujeres que estaban en el segundo piso viendo como me trataba de proteger mi sexo, quise correr, era tarde, ya mi cuerpo estaba totalmente cubierto de sombras y el aullido de los perros que se paseaban por la casa hasta que se convierten en hombres y mujeres, que se ríen y que aúllan, y no me dices nada, sólo me miras disfrutas con mi dolor, sabías que esto ocurriría y tu mirada se vuelve más oscura y más escalofriante y sus pensamientos y el de los que me miran se introducen en mí, y siento que una nueva vida se apoderó de todo mi ser, y me levanto como si todo ya hubiera pasado y tomas mi mano y me conduces hasta una habitación en el segundo piso y todo es luz y sombras no hay nada, no hay muebles es un vacío en una habitación donde la ventana no permite el ingreso de la luz lunar, te desnudas y tomas mi sexo y juegas con el, como si fuera tan natural aquella actividad y te vuelves a mirar mi cara que ya no es mi cara sino la de otro, un ser que está en el éxtasis y tus manos persiguen mis muslos, tu mirada turbia choca en mis ojos y te lanzas hacia mi cara, puedo sentir que tus pechos tocan mi sexo y que lentamente me acaricias y me lames, y juegas y persigues algo que no existe, mi cuerpo desnudo se vuelve hacia ti, te empujo, uso mi furia para tomarte por los brazos y poseerte acaricio tus pechos pequeños y te penetro con rabia como si tu fueras la culpable de que mi cuerpo se volviera una sombra, pero eras la culpable, eres tú quien me trajo aquí, no quiero mirar hacia arriba porque sé que ellos nos están mirando están disfrutando de nuestro placer, y sé que si lo miro ellos volverán a poseerme y me harán uno de ellos para siempre, pero sentir tu piel, ése olor que se impregna en la habitación que se confunde con el ladrido de un perro en la calle. Con el eco que se podía percibir, me despertó, la luz del día no entraba pero era día o noche, no importaba, en la casa de los perros nocturnos es siempre oscuridad y cuando ya no hay sombras que miren veo que mi ropa está allá y que Catalina está mirándome disfrutando de mi inocencia pervertida. Una risa macabra se escucha a los lejos, el rostro de Catalina se oscurece y las tinieblas envuelven mis ojos.


V


Cuando desperté ya no había nadie en la casa cogí mi ropa y salí a un pasillo oscuro donde una luz, allá en el fondo me llamaba y las sombras que caminaban por las paredes, observando cada paso que daba, sí, el pasillo era largo, infinito, a veces el sonido de las patas de un perro que me seguía lentamente, entré por una puerta que me llevo a una escalera subterránea que me condujo a otros pasillos llenos de bifurcaciones y vi cadáveres de hombres y perros que desgarraban su piel, mordiendo con aquellos dientes afilados como dagas árabes, sus miradas se cruzaron con las mías y con el miedo que sentía con aquellos, corrí, corrí y corrí por pasadizos cada vez más estrechos más pequeños hasta, mientras sentía las pisadas de aquellos perros sedientos de mi sangre, de mi carne y salí por una puerta, y allí estaba Catalina, sentada en la una cómoda cama mientras fumaba un cigarrillo, te estuve esperando, dijo, ¿qué?, pregunté, te he estado esperando, hace como media hora que entraste al baño, no respondías, me asusté un poco, ¿por qué estás tan pálido?, pregunto, no, no pasa nada, la noche seguía ahí, la luna estaba alumbrando el rostro de Catalina, que adorable piel, no podía aguantar las ganas que tenía de estar con ella, revolviéndome en las mismas sábanas, ¿quieres una copa de vino? Por supuesto respondió, fui a la despensa y saqué las copas y el vino, mientras caminaba a la cama, pensaba que había pasado con las sombras, habría sido imaginación mía, había sido una invención, el alcohol me estaba dañando las neuronas, no podía responder a lo que había pasado, ¡que buen vino!, que bueno que te haya gustado, mientras te acercas a ella, los perros nocturnos aúllan y gimen igual como las haces gemir mientras la penetras, no dejas de pensar como te guié a la casa de los perros, no dejas de pensar como desgarraban la piel de esos cuerpos inertes, sucios, y cuando juegas con mis pechos, más cercano estás de introducirte en la vida, convertirte en una sombra, ser como yo, ser como ellos que disfrutan viendo como los perros se mezclan, se montan, se muerden, y tu me muerdes como ellos, poco a poco estás cercano, te acercas y te corres en mí, lo disfruto, disfruto tu semen en mi cuerpo y en mis pechos, caes, como caíste en la casa de los perros, ahora eres uno más, sí, me he apoderado de ti y de tu virilidad y necesitaras ver como aquellos, otros como tú, entren a la casa de los perros y sean violados.

VI


Ahora veo como ella juega con el pene de otro, lo disfruta, yo me escondo al igual que otros obscenos que están acá, a mi lado, disfrutando de como se lo chupas, de como lo violas, mientras él piensa que es quien lleva el juego, no eres tú, lo sabes, hiciste lo mismo que yo.

El fuego que se mezcla con los sonidos

El movimiento de las piernas que son patas

De aquellos perros, que son tan obscenos

Que disfrutan de las miradas de otros

Que están posesos

Y son sombras que se mezclan

Entre ladridos y aullidos desconsolados

Y caerán como otros, como yo

Y volverán en tu búsqueda

La búsqueda de su ser

OH sí, yo también busco

Aquellos ojos oscuros que son llamas

A la luz de la luna, que invocan a los placeres ocultos.

Eres diosa de todos nosotros, nuevas sombras

Y siento como tu piel se mezcla con la mía

Y puedo sentir el gemido de placer en mi oído

Y veo aquellas sombras que están ahí, nos miran

Y nosotros disfrutamos de su mirada

Robaste todo mi placer, para darles a ellos

A aquellos seres oscuros, a aquellos perros

Que se revuelcan en ésta casa arruinada

Y nos sabes que yo también miro

Que disfruto, con cada gesto que haces

Cuando gimes, cuando gritas del placer

Cuando se corren en tu cabello, en tu cara.

Sí disfruto cuando no me ves, cuando no me sientes

Cuando sepas que soy una sombra más

Un ente de ésta casa, seremos los únicos

Que disfrutaran de las miradas

Del sexo que tenemos,

Seremos los únicos perros que se revolcaran.



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Silencio Macabro by Rubén Ananías Martínez is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Derivadas 2.0 Chile License.

1 comentario:

Anónimo dijo...

he leido mas veces estos textos
que mis propios libros de anatomia..
gaspar