viernes, diciembre 14, 2007

El perseguido

I

La lluvia había dejado de caer, aún las calles estaban inundadas y otras aún podían ser caminadas. Yo seguí caminando por la calles que alguna vez dije que no pisaría. El café Tete sigue vacío, yo sigo esperando o por lo menos tengo la esperanza de que ella llegue o que Martínez y Maldonado vengan. Dejo el cigarrillo y el libro que leía. Siento que hay algo que me observa-es ella-, ya la había olvidado, sin embargo, nadie podía dejar de recordar su rostro ingenuo y diabólico.

Había dejado los estudios superiores cuando la conocí, Fernanda era tímida y simpática., poco a poco nos fuimos relacionando, creo que fue Diego Martínez quien me la presentó en una reunión con los otros del grupo (que ahora se han perdido). Luego de unas cuantas semanas salimos a recorrer la ciudad, yo siempre prefería el parque Bustamante, era agradable pasear por ahí. Fue en aquel parque donde nos acariciamos y nos besamos por primera vez.

II

No sé porque me alejé de ella; llegué al Café Tete, estuve escribiendo un poema, mientras pensaba en ella y dije “iré a su casa”. Una extraña locura invadió mi ser. Tomé la primera micro que pasó (sin idea a donde me llevaría). Vi como subía la gente con sus paraguas, otras mojadas, la imagen de una muchacha me la recordó, más bien creo que fue el perfume. No sé como llegué, sólo sé que estuve varias horas sentado frente a su casa, tenía miedo de tocar el timbre. Deseaba que ella saliera, que sintiera mi llamo mental. La noche llegó pronto y el frío igual, creo que el frío me obligó a tocar el timbre, era tarde y mi deseo la obligó a salir de la casa. Me vio y me besó. Me dijo que entrara, que caminara sin hacer ruidos. Llegamos a su habitación, me dijo al oído, duerme allí, mientras apuntaba a una cama vacía, y volvió a decir, iré a buscar unas frazadas. Los ojos se me cerraban lentamente, y vi su sombra frente a mí. Sentí rozar sus labios con los míos. Sus manos abrazaron mi cuerpo, ella llevaba un pijama o una polera larga. Pronto pude sentir sus pequeños pechos en mis manos, ella susurró a mi oído, ¿es tu primera vez? Asentí con la cabeza, creo que notó mi falta de experiencia.

Al otro día, cuando desperté en la cama, ella ya no estaba, sin embargo, aún podía percibir su sabor en mis labios. Alguien abrió la puerta y dijo, debes salir ahora mismo, sal por la ventana. Tomé mi ropa y salí por la ventana, camine hasta el final del patio donde salté el muro.

III

Aquella noche nos juntamos, Martínez, Maldonado y Julio Vallejos (fue la primera vez que lo vi), fuimos a un bar céntrico, en donde bebimos hasta altas horas de la noche, conversamos de la nueva trova, algunos escritores contemporáneos. En mi locura, decidí ir a su casa, realmente quería acostarme con ella. Salí del bar cuando la lluvia comenzó a caer, no sé que diablos habrán pensado Martínez y Maldonado cuando me vieron salir tan apresurado, sin decir una palabra. Cuando llegue a casa de Fernanda, toqué el timbre y nuevamente apareció ella. Me hizo pasar a la casa, apenas podía caminar-no sé como pude llegar-, recuerdo haber dicho que la amaba y que la deseaba. Desperté al otro día, Fernanda abrió la puerta y dijo, vamos a tomar desayuno. Llegamos a una mesa con 5 personas. Ella me presentó, dijeron, hola. Fernanda dijo, aquí vivimos 6 estudiantes, todos somos de regiones, a la doña María no le gustan que traigamos visitas por eso te pedí que salieras por la ventana. Conversamos toda la mañana, le conté sobre mis escritos, parecía interesada en ellos, ella dijo, quiero verlos. Saqué algunos poemas que tenía en la chaqueta. Elogió mis poemas. Antes de almorzar comenzó a hablar de su familia, de sus primos y tíos, de su pueblo. Ella preguntó, ¿y tus padres?, me hice el desentendido, y repitió la pregunta, un poco molesto respondí, no me gusta hablar de ellos. Fuimos a comer al Tete, allá estaba Martínez y Maldonado. Comimos algo simple pues no traíamos mucho dinero. Conversamos del tiempo, del existencialismo, Martínez habló de crear una revista para los nuevos poetas contemporáneos, me gustó la idea, soñé varios días con ello. Cuando terminamos de comer, fuimos con Fernanda a la Estación de Metro, desde allí ella iría a su Facultad, yo iría a mi departamento.

IV

Una mañana salí pensado en juntarme con Martínez, me llamó durante la noche, diciendo, que era necesario que habláramos. Nos juntamos en el Parque Bustamante para poder ir a un café a pie. Cuando llegué al Parque, Martínez que ya estaba allí, traía un archivador. Mientras caminábamos al Café Tete, dijo, aquí traigo todos los poemas que he reunido de los poetas jóvenes de Santiago, quiero que estés en la revista. Le dije, tendremos que ir a mi departamento, allá tengo mis poemas. Caminamos hasta mi departamento en Bilbao. Era un departamento bastante pequeño, pero era lo necesario para mí, y además era lo único que podía pagar con el dinero de mis padres. Cuando le pasé mis poemas a Martínez dijo, me iré ésta tarde a Concepción a reunir más poemas. Tomamos un café conversamos un poco, el pregunto sobre Fernanda, le dije que no había visto hace varios días. Él dijo, me debo ir al terminal, que te vaya bien con Fernanda. Creo que esa fue la última vez que vi a Martínez en Santiago.

V

Durante todo el tiempo que Martínez estuvo en Concepción, la relación con Fernanda se fue deteriorando cada vez más, nuestras reuniones se convertían en discusiones, poco a poco la fui odiando y amando.

Un día estábamos conversando en el Tete, ella se levantó molesta, y me abofeteó, dijo, no te quiero ver más y salió corriendo a la calle. Corrí tras ella, pero había tomado un taxi. El cielo se nubló y comenzó a llover. Camine bajo la lluvia hasta mi departamento.

Preparé un café y miré por la ventana, me dije, ya no soporto esto, debo conversar con ella mientras le daba un sorbo al café. Esa noche no pude dormir, estuve pensando en su cuerpo desnudo, tibio y delgado. Cuando amaneció, salí a caminar por las calles de Santiago, necesitaba poner en orden mis pensamientos, ella, Martínez en Concepción, mis padres, todo era un torbellino de palabras y recuerdos…un mar de confusiones. Caminaba por San Antonio cuando pensé que acabaría con Fernanda.

VI

Durante algunos días, la llamé, uno de los inquilinos contestaba el teléfono y decía, ya se fue a la facultad, u otras veces, ella no está, salió. Con tales respuestas me enfurecí y fui hasta la casa donde arrendaba. Cuando llegué, tardé en tocar el timbre, esperé sentado en la calle alrededor de 2 horas. Me armé de valor, toque, y vi que ella abrió. No sé si de su rostro cayó una lágrima al verme o si fue después de que le dije, esta es la última vez que te veré y tú a mí. Con esas últimas palabras me despedí de ella y disparé 3 veces. Su cuerpo cayó y su sangre corrió hasta mis botas y subió por mis pies hasta mi pecho y se interno en mi pecho hasta el corazón. Casi perdí el conocimiento, pero escuche que alguien estaba gritando ¡FERNANDA! Y entonces comencé a correr por donde llegué.

VII

Tomé el primer bus a Concepción, buscaría allá a Martínez. En el Tete me encontré a Maldonado, el me dio la dirección en donde Martínez estaría durmiendo por lo menos. Me preguntó por qué estaba tan apurado en irme, le dije, que ya no quería estar en Santiago y que deseaba ayudar a Martínez en la revista. La camarera del Tete se acercó a preguntar si queríamos un café o un jugo, le dije que tomaríamos dos café. Cuando se fue, apareció Fernanda en el lugar donde estaba Maldonado, tal como estaba vestida el día que la asesiné. Me dijo, ¿por qué lo hiciste? No veías que yo te amaba. Le dije que no podía seguir viéndola, que me hacía daño verla y que discutiéramos cada día, cada noche, cada vez que hacíamos el amor. Ella se calló, creo que me comprendió y empezó a llorar. Yo me paré y me fui, no pude seguir viendo su rostro, la camarera trató de decirme algo, no la escuché, Maldonado quedó allí sentado, donde estaba Fernanda.

VIII

Busqué a Martínez en la dirección que me había dado Maldonado, pero ya no vivía allí. Decidí buscarlo por las plazas, o en algún bar barato, seguramente ya no tenía dinero y no consiguió trabajo. Me alojé en una habitación cerca del Terminal. Estuve casi una semana buscándolo por la ciudad. Entré en un bar cerca de la medianoche, pedí una cerveza. Estaba bebiendo cuando, Fernanda se me acercó y me dijo, por qué no lo buscas en la universidad de Concepción, le dije, que ya había ido y no lo había encontrado. Cuando terminé la cerveza, ella ya no estaba. Ésa misma noche camine hasta la universidad de Concepción. Encendí un cigarrillo y alguien me grito. Al voltearme vi a Martínez, estaba sin afeitar y sucio. Conversamos y me pidió un cigarrillo. Le conté que había terminado con Fernanda, y que había llegado hace casi una semana a Concepción. Él me contó sobre los poemas que había reunido y la gente que había conocido. Lo invité a dormir a mi pieza, y me dijo gracias, que llevaba dos semanas durmiendo en la universidad. Durante el resto de la noche, no dejó de hablar del futuro y la trascendencia que tendría ésta revista en la literatura Chilena, comenzó a nombrar poetas y poetizas.

IX

Había dejado de pensar en Fernanda, me distraía con los viajes que hacíamos con Martínez. Estuvimos en Los Ángeles con unos poetas y bebimos hasta el ocaso del día, otro día en Chillan, Cabrero, Laja y otros pueblos que ya he olvidado. Ya teníamos más de mil poemas y cerca de 200 poetas, o mejor dicho, cerca de 200 jóvenes que deseaban ser poetas entre Santiago, y Concepción. Un día mientras arreglábamos nuestro equipaje para volver a Santiago, y tal vez ir luego a Coquimbo y Serena, luego Iquique, llegó Fernanda, tenía en sus manos la carpeta de Martínez y comenzó a hablarme, no le presté atención, ella siguió insistiendo y puso su mano sobre mi hombro, le dije que se fuera, que ya no deseaba nada de ella, pero siguió, me enojé, le grité y la empujé hacía la cama. Le dije, no me obligues a hacerlo de nuevo, comencé a llorar y saque el mismo revólver, y disparé. Tomé la carpeta y salí a tomar el bus. Ésa día fue el último día que vi a Martínez.

X

A la semana de la muerte de Martínez me encontré con Gaspar, él estaba en el Tete, fumando y leyendo “las armas secretas” de Julio Cortázar, me dijo, que aún la seguía viendo, le pregunté algo extrañado, ¿a quién sigues viendo? Me dijo que a Fernanda, su respuesta me dejó atónito, yo sólo sabía que Fernanda había sido asesinada frente a la casa donde estaba arrendando, pero nadie vio al asesino. Me confesó que él le había disparado a quemarropa y había huido. No sé si fue rabia o pena lo que sentí por Gaspar, le dije que ése día el estaba viajando a Concepción cuando Fernanda murió. Me dijo que la había vuelto a matar, cuando estaba en Concepción, ella había robado las carpetas de Martínez. Le dije, Martínez fue asesinado. Al escuchar eso, gritó, ¡vete, déjame en paz, caminó hacia a la camarera, la agarró y la empujó, corrió.

A los días después, nos volvimos a encontrar en el Tete, seguía en la misma mesa. Lo saludé y me dijo, que había estado con Martínez. Martínez le había dicho que llevará los poemas a una editorial. Me ofrecí a llevarlo a una editorial, Gaspar me lo agradeció. Era tarde, le dije si quería que lo llevara a su casa, me dijo que no, prefería caminar. Me despedí, esa fue la última vez que lo vi en el Tete.

XI

El lunes fue la última vez que hablé con Martínez, me dijo que le había robado la carpeta con los poemas, yo le dije, que no se preocupara, que yo las había recuperado. Nos juntaríamos en el Tete a conversar sobre la editorial, y le dije que Maldonado, nos ayudaría también. Cuando vi llegar a Martínez al Tete me alegré, y lo abracé, estuvimos conversando toda esa tarde, tomamos café y fumamos. La tarde estaba llegando a su fin cuando Fernanda apareció. Me asusté al verla, pero desapareció. Seguí conversando algo nervioso con Martínez, y ella dijo, no recuerdas las tardes que pasábamos aquí con tus amigos, se sentó frente a Martínez, escuchaba su voz, me molestaban sus palabras, su rostro. Le dije, iré a mojarme la cara. Martínez se quedó allí sentado fumando. En el baño, me observé en el espejo, mientras algunas gotas de aguas caían de mi pelo. Atrás apareció, diciendo, me gusta más el baño de tu departamento. Escapé del baño y ella venía hacia mí, saque el revolver de mi chaqueta, y disparé, una, dos, tres veces, Fernanda yacía en el suelo, pero ya no estaba Martínez sino Maldonado, y el cuerpo de Fernanda tampoco estaba, sino que era la camarera sangrando.

XII

La mañana que desperté, estaba en un hospital, podía escuchar a los médicos diciendo que había tenido suerte que la bala, no había tocado ningún órgano vital. Esos días me los pasaba drogado. Me visitaban mis familiares constantemente, pero ninguno comentaba nada. El día en que me visitó Vallejos, le pregunté que había pasado. El comenzó a contar, que el día en que nos juntaríamos en el Tete, un loco estuvo allí toda la tarde, conversando con una taza de café. De repente empezó a gritar, y se fue al baño, la camarera lo fue a ver, y salió el loco. Le disparo dos veces mientras gritaba, Vallejos, siguió contando mientras iba a buscar un café, que al entrar al Tete una bala le penetro el abdomen y que había caído. Le pregunté por el loco, Vallejos dijo, que cuando vio los cuerpos, tomó la pistola y se mató. Cuando Vallejos se iba, dijo, oye, aquí está tu carpeta, estuve ojeándola y hay muy buenos poemas. Cuando miré la carpeta recordé a Martínez y Gaspar.



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Silencio Macabro by Rubén Ananías Martínez is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Derivadas 2.0 Chile License.

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