lunes, febrero 26, 2007

La Escuela Del Crimen

Era peor que una cárcel, aún allí hay ciertos códigos de honor, aquí no había más que una regla: el más fuerte sobrevive. Cada día se podía decir que alguien caía en medio de la oscuridad o de la luz. Que importaba cuantos cayeran en la noche, más importaba quien los botaba, quien era aquel que una noche cogía el arma, el puñal, un revolver, un estoque, algo que dará muerte en las calles. No es simple vivir en estas calles, eso bien lo sabía B, tal como muchos el también pertenecería a la secta de la muerte, o tal vez sería una más de los cuerpos que noche a noche aparecían en las casas o tirados por las calles.

B era uno de estos jóvenes que no tendrían futuro, él mismo lo sabía, por eso luchó por un lugar en los fríos callejones. Cuando conocí a B, nunca llegué a imaginar cual era la máscara que ocultaba ése pequeño rostro, un rostro que mostraba la ingenuidad de la juventud, un rostro que cambiaría y se perdería. La tarde que conocí a B, vi el lugar que sería el tribunal de muchos jóvenes de aquella población, las mismas calles, que vieron crecer a muchos que ya no están.

-¿Cuál es tu nombre niño?- Preguntó con ése tono molesto

-B, Señor- Respondió con los ojos mirando al piso o la muralla

- Bien, B, cuente cuantos niños hay en esta sala- Ordenó

-Sí, señor- Respondió mientras su mano comenzaba a encuerar a cuanto niño había en la humilde sala.

Mientras, Marcos veía por la ventana enrejada como jaula de pájaro, le hubiese gustado estar en otro lugar, otro ambiente, no correr por el bus, no tener que salir con miedo a cada joven que reprochaba o por los castigos. Ya se había visto envuelto en problemas con los alumnos, cuantos niños lo amenazaron cuantos otros no lo esperaron fuera de clases con armas, dios, si sólo hubiera un escape de aquí, si sólo hubiera un sentimiento de paz, si sólo se pudiera caminar por aquí con la seguridad de que no habrá alguien en la esquina que desea tu vida, muchos de aquellos pensamientos pasaban por la mente de Marcos cuando miraba a aquellos niños o jóvenes.

Por las tarde B se juntaba con sus amigos a tirar piedras en el canal o ver a las chicas pasar por las plazas. Su hermano, C, 4 años mayor que él, estaba en la cárcel, esperaba sus últimos días para salir, encerrado por trafico de sustancias ilícitas cuando B tenía diez años, rogaba cada noche salir para matar a quien lo había traicionado, su mejor amigo, la traición es una palabra común en estos callejones, se mezcla con la confianza y con los negocios. B que era un niño cuando arrestaron a su hermano, vio como fue baleado, vio como su hermano resistió a los policías, Ahora era un joven de dieciséis años. B nunca se quiso involucrar como su hermano en los negocios del barrio, quería salir de esas calles, de esa escuela del crimen, de la muerte. B solía mirar por la ventana por la noche y ver los juegos del crimen en la esquina. Por otro lado C miraba desde la pequeña ventana, pensando en la venganza.

Meses después C salió de la cárcel, con el pelo corto, como otro, sus ojos se habían vuelto grises, su mente ya no respondía a los estímulos de la alegría, se había mimetizado con el color de la cárcel, de las rejas y el único azul que conocía era el de los uniformes de los policías y del cielo. B, cuando vio a su hermano corrió a su encuentro, C no lo reconoció. El barrio ya se había enterado que C saldría de la cárcel ése día, M, estaba intranquilo en su casa, sabía que él vendría por venganza. Los años habían cambiado a C, y M se había vuelto poderoso en las calles, después de los pequeños negocios, pasó a grandes, contactos en el extranjero lo ayudaron a surgir y controlar la pequeña población y las contiguas.

-¡Hermano!- gritó B

-Pequeño B- dijo C, mientras abrazaba a su hermano.

C caminaba por aquellas las calles y callejones, sabiendo que M estaría preparándose con sus hombres, pensando encontrar a sus viejos amigos, algunos que ya habían muerto por las armas de M. G caminaba por un oscuro pasillo, al final, una habitación, allí estaba M fumando un cigarrillo.

- Jefe, el cabrón salió de la cárcel hoy- dijo G

- Lo sé, lo sé hueón- dijo M mientras fumaba su cigarrillo

- ¿Qué vamos a hacer?- Preguntó G mientras sacaba un cigarrillo y trataba de encenderlo

- Esperemos que el primer paso, luego vamos nosotros- Dijo M -Debí haberlo matado cuando pude a ése perro. Ahora sé que se vengará con la furia que tiene desde estos seis años-

- Cuando quiera cagamos al perro, Jefe- Dijo G

- Que el puto se nos acerque, no nos moveremos sin antes saber lo que quiere- Dijo M apagando el cigarrillo.

El lunes por la mañana B salió con su hermano, C iría a buscar trabajo, pero sabía que no tendría oportunidad, los seis años de cárcel lastimaba su vida, como una llaga silenciosa que se abre con las palabras, con los recuerdos con la venganza. Marcos que había comenzado su clase vio desde lejos a su antiguo alumno, al principio no lo reconoció, pero al estar acompañado con B, supo que era él. El miércoles por la noche, C sabía que no encontraría trabajo, se resigno. B lloró esa noche. Marcos se sentó en la cama, no podía dormir, fumó hasta que no tuvo más cigarrillos. C tomó la decisión de buscar a M y aclarar viejas cuentas, cuentas que no habían sido borradas ni con la cárcel, ni por el barrio. M estaba follando en un motel con una puta, mientras G vigilaba con otros hombres, todos armados.

El primer viernes Septiembre, C salió a buscar a su hermano al colegio, traía un arma en su mochila. Le entregó el arma a B y salieron juntos. Los auxiliares no vieron nada.

- Necesito que me ayudes B- dijo C mientras abría la mochila y cogía un arma – quiero matar al maricón de M-

- Dijiste que no volverías a meter con ése hueón otras vez- decía B mientras sus ojos se llenaba de lágrimas.

Ambos sabían que no se volvería a ver.

1 comentario:

Charlie dijo...

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