martes, mayo 01, 2012

la noche de los perros_rec

Esa noche me senté en un pequeño bar en Macul con Irarrázaval como era de costumbre. Pedí una cerveza. Con los pies inquietos esperé a que las sombras de los perros de la noche se acercaran y me dijeran al oído, ven con nosotras. Gustavo cada vez que me veía se sentaba a mi lado y pedía una cerveza. Quizás para acompañar, quizás por lástima. Que estupidez, decía Gustavo, entre sorbo y sorbo de cerveza. Nunca más vas a encontrarlos. Terminó su cerveza, golpeó con su mano mi hombre izquierda y se despidió. En otro lado de la ciudad, una delgada mano coge un revolver, lo coloca en su cien y jala el gatillo. Quizás rezó…